La noche pasada, en una cena de hermanos y amigos, nos metimos en una sabrosa discusión sobre diversos temas... entre ellos pasamos por los temores que hace algunos años sentiámos ante el aparente avasallamiento de los medios visuales y auditivos, incluido lo que ofrece Internet, por sobre los libros y la lectura... Me parece que hoy día algunos de nosotros, usuarios frecuentes y apasionados de Internet, hemos logrado salvar el miedo y observar que nuestro gusto por la lectura sigue incólume y sano... y afortunadamente los libros también. Recordé también que hace ya casi 10 años escribí un texto al respecto; para evaluar su vigencia y refrendar mi cariño a la literatura, comparto ahora algunos fragmentos...
Desde su nombre y todo lo que connota, la literatura puede llevarnos por una multitud de caminos, algunos de los cuales parecerían desembocar en complejos laberintos. “El arte de emplear la palabra”, así la define el diccionario; sin embargo, para quienes día a día transitan por ella como hacedores -todos lo somos- o como “consumidores”, la literatura constituye esa oportunidad de asir una porción del mundo en un instante y de tomarla de frente. la literatura nos enfrenta hoy más que nunca, en plena posmodernidad, al reto de entenderla, o como un resabio del pasado a punto de sucumbir entre escepticismos generalizados y realidades virtuales, o bien como uno de los últimos espacios en los que es posible, para individuo y sociedad, hallar una cierta identidad y perfilarse hacia el futuro.
La literatura es hermenéutica por excelencia, en sus entrañas nacen las utopías nostálgicas o las renovadoras, al igual que las vueltas al pasado y su recreación, o los más atroces fantasmas interiores; desde ella se recuperan trozos de la realidad con mil matices; a partir de ella aparecen y desaparecen modos de entender y ver la vida.
En el devenir histórico la literatura, como el ser humano y su quehacer, se ha diversificado, toma muchos cauces; no obstante son inherentes a ella dos constantes: Es parte del imaginario individual y colectivo, y conduce inevitablemente a un saber; si es legítimo o no en términos de la circunstancia o el momento social, ello resulta secundario.
La literatura nos transporta desde lo mágico hasta lo que puede ser verdad; inquieta y documenta; sensibiliza e instruye; construye o destruye mitos y creencias. Los personajes de una novela o de un relato, o el último hallazgo científico se nos muestran como una realidad tangible que nos persigue más allá del momento de creación o de lectura, para, de algún modo, ser parte de nosotros, de nuestras reminiscencias infantiles, de nuestros arquetipos, de las más primigenias emociones o de un bagaje cultural.
La literatura es hermenéutica por excelencia, en sus entrañas nacen las utopías nostálgicas o las renovadoras, al igual que las vueltas al pasado y su recreación, o los más atroces fantasmas interiores; desde ella se recuperan trozos de la realidad con mil matices; a partir de ella aparecen y desaparecen modos de entender y ver la vida.
En el devenir histórico la literatura, como el ser humano y su quehacer, se ha diversificado, toma muchos cauces; no obstante son inherentes a ella dos constantes: Es parte del imaginario individual y colectivo, y conduce inevitablemente a un saber; si es legítimo o no en términos de la circunstancia o el momento social, ello resulta secundario.
La literatura nos transporta desde lo mágico hasta lo que puede ser verdad; inquieta y documenta; sensibiliza e instruye; construye o destruye mitos y creencias. Los personajes de una novela o de un relato, o el último hallazgo científico se nos muestran como una realidad tangible que nos persigue más allá del momento de creación o de lectura, para, de algún modo, ser parte de nosotros, de nuestras reminiscencias infantiles, de nuestros arquetipos, de las más primigenias emociones o de un bagaje cultural.
La literatura es múltiple en múltiples sentidos: el de su existencia oral y escrita; el de su capacidad de brindar, cual espejos que se reflejan a sí mismos, formas contradictorias de la multifacética realidad; el de poder ser categorizada y analizada desde diversas perspectivas: por su intencionalidad, por sus rasgos lingüísticos, por sus recursos estilísticos o retóricos, etc.
Encontramos en Calvino (Calvino, 1989), la referencia a esta cualidad de la literatura escrita que trasciende hasta el lector:
“...los libros modernos que más amamos nacen de la confluencia y el choque de una multiplicidad de métodos interpretativos, modos de pensar, estilos de expresión....Lo que cuenta (no es sino) la fuerza centrífuga que libera la pluralidad de lenguajes como una garantía de verdad no parcial”.
Sara Elena ⓒ
Este texto continuará...
PD La foto es un poético rincón de Pátzcuaro, México, y es mía ⓒ.
3 comentarios:
Sarita sigo tus pasos y ahora veo un texto extraordinario! Mira que yo algun tiempo abandone la lectura chola y eso me costo muchos momentos de paz y tuve que volver. Que bueno que tu escribes sobre ese placer de la vida, espero lo demas.
Un beso Sarita.
Muy interesante lo que escribes no soy yo de letras y poco las domino, pero cierto es que la lectura nos lleva a sentimientos que estan en nosotros y nos cuesta expresar.
Un abrazo
Querida Driada, finalmente lo que hacemos por allá y por aquí es seguir rindiendo homenaje a la palabra escrita, ¡gran cosa en estos tiempos! Un abrazo.
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