lunes, noviembre 17, 2008

Suspenso en Paris

Este viernes, en Pátzcuaro, murió la Señora Gloria, "Mamá Goya" le decían sus nietos y sus hijos, y todos aquellos a quienes vio y ayudó a crecer aún sin ser suyos... Sólida, fuerte, enérgica y a la vez lábil mujer, era tan directa y aguda que resultó siempre polémica. Con respeto, cariño y montones de flores, muchos la acompañamos este sábado a su morada final... Se nos fue al otro lado ella, la que siempre me encargaba un perfume y un hombre guapo cuando viajaba a Paris... Nunca le cumplí lo segundo pero aquí va esto en su feliz memoria, donde quiera que esté...

Andreas y el suspenso en París

Una tarde apacible de verano, hace ya varios años, caminaba en París. Ascendí a Montmatre por la inevitable escalera que fotógrafos y pintores han inmortalizado y, una vez en lo alto, en lugar de tomar la ruta habitual hacia la zona turística, doblé a la derecha. Me encontré en una callejuela por la que, delante de mí, caminaban una mujer y su perro que pronto desaparecieron. Súbitamente se vino el crepúsculo, se extendió ese extraño momento en el que el aire se detiene y el mundo entero parece del mismo color; me quedé sola, respirando lenta y hondamente, al lado de una larga tapia detrás de cuya pequeña y oxidada puerta se adivinaban unos viejos departamentos; a la izquierda había una sencilla verja a través de cuya maleza se percibía un hermoso y deliciosamente perfumado jardín. El edificio principal, sólido e imponente, tenía muchas ventanas, algunas de ellas tenuemente iluminadas. Sonaba una voz aguda, alguna ópera. No había nadie, no había nada más que esas luces amarillentas y la música que se esparcía desde el interior y cubría, invadía el espacio… Yo también quedé suspendida por un instante, con esa atmósfera literalmente incrustada del todo en mi ser, y una sensación de eternidad inexplicable que me hizo llorar… Varios meses después, cuando escuché por primera vez a Andreas Scholl interpretando Ombra Mai Fu, la emoción me atravesó de norte a sur, de golpe; era él, era ese instante mágico que me suspendió en Paris.



8 comentarios:

El inmenso mar de la melancolia dijo...

Amiga, gracias, mil gracias, donde estes. No tengo palabras para decirte: " toma mi mano y llèvate lo mejor de mi".

Me siento afligido, pero suficiente para vivir.

Me toco ver como atropellaban aun perrito.
No pude ayudarlo: ¡Maldita sea mi impotencia!

ChAnd dijo...

Amigo querido, no hay tempestad eterna...

Adoro a los perritos y lo siento mucho. Seguro que de veras no pudiste hacer nada, pero deseo, al igual que tú, que el perrito no haya sufrido.

Un abrazo grande y fuerte.

Anónimo dijo...

Precioso regalo de despedida para una persona tan querida, Sara Elena.
Un abrazo bien grande para los dos.

Anónimo dijo...

cahisssssss, se me olvidó firmar...otro abrazo de estos dos corazones que te quieren.

Anónimo dijo...

Mucho ánimo para superar la pérdida y un bonito homenaje el que rendiste. Estoy de tu lado. Besos.

ChAnd dijo...

Amiga querida... de despedida y de bienvenida; la vida siempre está en otra parte, como decía nuestro escritor Kundera.

Muchos abrazos.

ChAnd dijo...

Querido Alatistre, mil gracias y ya sabes que tus palabras aquí y en tu espacio siempre son sorpresa y cariño para todos. Un beso.

Anónimo dijo...

Me alegro de que te gustara la historia, amiga. La verdad es que fue una hermosa forma de morir. Al menos le concedí eso a los protagonistas.
Uno se siente como una especie de Dios al escribir, como el dueño de destinos ajenos.
A ver cómo remato la historia en la última parte. Espero estar a la altura.
Un beso muy grande y que te vaya bonito. Hasta pronto.